La Bancarrota del Cómic en los 90 (y no aprender la lección)

La industria del cómic americano cambió durante los años noventa. Fue en el 1996 cuando hubo una crisis sin parangón, la cual solo se puede equiparar a la provocada por el psiquiatra Frederic Wertham en 1954 con su tesis La Seducción de los Inocentes, la cual provocó que muchos padres y madres se alarmaran por las historias que podían estar leyendo sus hijos. Para paliar este pánico, se creó el Comics Code, el cual no se abandonó definitivamente hasta hace unos años. Una de las consecuencias más sonadas fue que Marvel se declaró en bancarrota y casi deja de existir.

Hay varios motivos que llevaron a esto. Por un lado estuvo el afán especulativo. Muchos pensaron que si uno de los cómics que leyeron sus padres de pequeños, con las primeras apariciones de muchos superhéroes, se cotizaban a un precio bastante alto, lo mismo sucedería con sus obras. Y esto fue algo que fomentó la industria, imitando el mercado de los cromos deportivos. Así que en cualquier tebeo nos encontrábamos muchas portadas variantes, cada una más bizarra que la anterior. Esto también explica las altas ventas de las colecciones. Al ser ediciones limitadas y especiales, muchos pensaron que las podrían revender por mucho más dinero, así que compraban varias unidades. El problema es que desconocían la ley de la oferta y la demanda. El valor de un artículo depende de la cantidad de unidades que haya de él. Si la oferta (es decir, los productos que los vendedores ofrecen) es alta, habrá poca gente dispuesta a pagar mucho por ellos. Sin embargo, si hay poco producto, los compradores darán grandes sumas de dinero. ¿El problema? Que en los 90, algunas tiradas eran millonarias. Así que muchos americanos terminaron con los garajes y trasteros llenos de papel inútil que, como mucho, podrían vender por unos cuantos centavos.

Tampoco ayudó a la industria el aumento del precio. En 1991, el precio medio de una grapa era de $1.00. Al año siguiente subió un 25%. En 1994, se volvió a elevar a $1.50. Y para 1995, algunos ejemplares llegaron a $1.75 o $1.95. Un 95% más en tan solo 4 años. Una bestialidad. Y recordemos que tras pasar varias crisis mundiales y sufrir diferentes inflaciones, el valor del dinero en aquellos años no es el mismo que el de ahora. Algo similar sucede hoy día en el mercado español. Quien no conoce el pasado está destinado a cometer los mismos errores, y parece que las editoriales patrias prefieren vivir unos buenos años en esta burbuja a riesgo de que explote (y ya os digo que va a terminar explotando, porque esto es insostenible).

Otro aspecto que hartó fueron los eventos. Es cierto, todos amamos La Era de Apocalipsis, pero se llegó a un punto en el que las colecciones se basaban en ser una sucesión de eventos, algunos de ellos alargados hasta la extenuación y llenas de cruces que no aportaban nada. Todo consistía en llamar la atención e ir a lo grandilocuente, aunque la mayoría no tenían calidad o se estiraban demasiado. Que no os voy a mentir: eso está pasando hoy día. Un evento debe ser algo que cambie el estado de la editorial (como Crisis en Tierras Infinitas) o que se conviertan en una forma de contar algo diferente e innovador (como la anteriormente mencionada Era de Apocalipsis). Hoy día se están sacando eventos que pasan totalmente inadvertidos por la saturación que hay, que no aportan nada y que tranquilamente podrían ser un simple arco argumental.

También se hicieron algunos movimientos poco acertados, como la fatídica reestructuración de Marvel dividiendo a la editorial en 5 líneas de las cuales ninguna funcionó acertadamente, o la ruptura de Marvel con Diamond y la compra de una distribuidora local. ¿Resultado? Fue imposible distribuir correctamente los tebeos o realizar las devoluciones por todo Estados Unidos y muchas librerías se fueron a la quiebra. Y para más inri, fue por estos años cuando los videojuegos se convirtieron en algo más similar al fenómeno que es hoy en día. Aparecieron la PlayStation, la Nintendo 64 y la Game Boy. La forma de entender los videojuegos cambió con ellas. Mucho marketing, juegos con historias más profundas, gráficos tridimensionales, precios asequibles, grandes franquicias y, en el caso de la Game Boy, ser portátil. Ya no hacía faltar leer en casa para entretenerse o ver la única televisión que había en casa. Ahora los adolescentes tenían su propia televisión en su habitación con la consola enchufada.

Seguimos con otro gran motivo: la saturación del mercado. Los niños de oro de Image dejaron Marvel para hacerse millonarios con sus tebeos. Para evitar que esta nueva editorial les comiera terreno, Marvel y DC inundaron el mercado. Se pusieron a sacar títulos como si ni hubiera un mañana. Incluso de personajes de los que no hubiera nada que contar. Daba igual la calidad, importaba solamente la cantidad. (Perdón por la referencia, ¿pero eso no sigue pasando hoy día en nuestras tiendas de cómics con las infinitas novedades que hay cada semana?). Y aquí es donde surge el último gran problema: la calidad.

En todas las décadas ha habido cómics buenos y cómics malos. Ninguna ha sido perfecta pero tampoco el diablo. El problema es que en los 90 la mala calidad brilló más. Y hay varias causas. Primero, estos cómics fueron muy hijos de su época. Si eras un adolescente por aquellos años, eso era lo que molaba y se llevaba. Y posiblemente a día de hoy lo defiendas ya que te retrotrae a unos años en los que eras más joven, más guapo, tenías más pelo y menos barriga. Pero quien no viviera en ese momento, se da cuenta de todos sus fallos. Lo que antes arrasaba hoy no lo hace. Ahora nos fijamos en los fallos porque los autores iban al exceso. Sus principales virtudes en los 90 son sus principales errores en la actualidad: figuras con poses sexualizadas y estáticas, armas gigantescos, musculaturas hipertrofiadas, primar la acción por encima de una buena historia... Hoy todos nos burlamos de Rob Liefeld, pero en los 90 todos los dibujantes querían ser Rob Liefeld. Surgieron un montón de imitadores de los creadores de Image. Si chavales que no llegaban a 30 años se habían hecho millonarios en poco tiempo con ese estilo de dibujo, todos los imitaron para ser iguales que ellos.

Y claro que hubo buenos tebeos en los 90. Ahí tenemos a la línea Vertigo. En Marvel y DC también se hicieron grandes colecciones, tanto aquellas que tenían un estilo más clásico como las de autores que pretendieron imitar la corriente noventera. Muchos de las mejores historias del noveno arte se han hecho en los noventa. Pero pongamos un ejemplo: ¿100€ es mucho dinero? Si esa es la paga semanal que recibe un niño de 5 años, es una barbaridad. ¿Pero y si ese es el sueldo mensual de alguien que tiene que pagar una hipoteca y mantener a varios hijos? Algo así sucedió en esta década: no es lo mismo el valor absoluto que el relativo. Ponte que en cada década ha habido 100 tebeos destacables. Pero en unas solamente se han publicado 500 y en otras 5.000. Siguen siendo 100 unidades, ni más ni menos. Pero mientras que por un lado es un 20% del total distribuido, por el otro es tan solo un 2%.

Por suerte, con los años, las ventas de derechos cinematográficos y la búsqueda de nuevos autores e ideas hizo que todo esto se revirtiera. Finalmente se dejó a un lado la moda noventera con el cambio de siglo y surgieron nuevos talentos que dieron su máximo potencial. Por desgracia, seguimos teniendo al mismo perro pero con distinto collar. Ahora los problemas son los mismos, pero cambiando unos nombres por otros. Donde antes decíamos Rob Liefeld o Todd McFarlane, pon a Scott Snyder o a Bendis. Donde hay tramas que no tenían sentido ahora hay decompressive storytelling o lo que es lo mismo, tirarte casi un año para escribir lo que debería ser un número. Cambia Onslaught o La Saga del Clon por Noches Oscuras: Metal, Civil War II, Imperio Secreto o cualquiera de los eventos que han sacado las dos grandes en los últimos 10 años. Cuenta cuántas novedades salen cada mes. Novedades que los libreros piden sabiendo que nadie se llevará de algunas cosas ni un solo ejemplar y que tendrán que enfrentarse al lío de las devoluciones. Y fíjate en los precios que se manejan hoy día y las continuas subidas. Estamos en un punto en el que pagamos 6.50€ por una grapa de 56 páginas. ¿Y por qué créeis que es esto? Porque las nuevas series de DC y Marvel no venden, no interesan, en su mayoría son malas y están de relleno. Se reedita el material clásico continuamente, intentando vender que la nueva es la edición definitiva porque los lectores se aburren con lo que tenemos hoy día en superhéroes. Y los jóvenes han preferido irse al manga y muchos adultos al independiente americano o al europeo.

Estamos viviendo en unos nuevos noventa y la crisis la volveremos a vivir. Es cierto, no tendremos cientos de bolsillos, dibujantes que no saben hacer pies, musculaturas exageradas, poses estáticas o mujeres con cinturas imposibles marcando culo. Pero la catástrofe volverá a suceder. Hemos aprendido a dibujar mejor y siendo más atemporales, pero no hemos ido al fondo de la cuestión. 

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